MILITAR LA VIDA

Antes de emprender la marcha llena tu memoria con los santos, los héroes y los próceres.

Militar la vida es descubrir el sentido de los días.

Es sentirse convocado.

Si te decides, carga tu alma con plegarias y el rigor de tu credo convencido.

Para los días más oscuros guarda la luz de la ternura que encendieron tus padres en los primeros días.

Es necesario responder con el “si” que compromete, y avanzar al objetivo trazado desde arriba.

Iniciar la marcha con la absoluta conciencia de lo arduo y llevar el corazón colmado de canciones.

Es caer y levantarse.

Marchar con el temor de los que conocen los peligros y la confianza de los que creen en promesas.

Vencer el cansancio y el desánimo con el anticipo imaginario del logro conseguido.

Superar los fracasos con nuevos desafíos, y enterrar las derrotas sembrando la esperanza.

Hacer de las lágrimas un rosario de consuelos.

Y en los días turbulentos refugiarte en la inviolable interioridad de los que creen.

Piensa en los que amas, y por ellos recupera el aliento en el combate.

Busca los ideales juveniles y en ellos, encontraras la compañía de los que iniciaron contigo la marcha en los inicios.

Piensa en los más débiles, que han puesto en tu combate los últimos sueños en que creen.

Imagina que un día, un niño escuchará tu historia e inspirado en ella comenzará a forjar la suya.

Evoca los días felices,

las mañanas luminosas y las noches cálidas de verano,

la reunión familiar frente al fuego,

el abrazo del amigo que regresa,

el primer beso y el más puro sentimiento de tu primera novia,

y en el recuerdo serán refugio al desánimo.

Si vez que tu posición está rodeada, recuerda a Cortez en la noche triste.

Si reniegas, Pedro arrepentido te marcará el camino de regreso.

Si te acorralan imita a Pringles en Chancay.

A Falucho en el Callao.

A Cisneros, que dijo “después de muerto hablamos”.

Si te expulsan repite con Mac Arthur “volveremos”.

Si no tienes armas, acude a Giachino que solo con Su vida conquistó la historia.

Si el aliento te abandona, el héroe de Maratón llegará en tu ayuda.

Si dubitas súmate a Cesar  y cruza el Rubicón.

Si todos se rinden, recuerda al araucano que no entrego su tierra.

O a Cáceres en su solitaria lucha de guerrillas.

Si temes, Leónidas te dará las fuerzas.

Si no tienes fuerzas, Güemes te cederá sus “Infernales” para pelear por una causa justa.

Si estas solo, Onoda estará  a tu lado.

Si piensan que estás loco, recuerda que el espíritu del Quijote forjo un Imperio.

Si estás perdido, el clarín de la retreta convocará a los tuyos.

Y si tu cuerpo ya está inmóvil, el Cid te dará la victoria y

cuando todos te olviden, legiones de soldados desconocidos se presentaran a tu llamado.

Y mientras milites ten la oración entre tus labios, reza, pide, ruega, implora y espera, cada santo te dará lo suyo,

Tomás su sabiduría,

Francisco su sencillez,

Martín su humildad,

Ignacio su espíritu aguerrido,

Teresita su ternura,

Domingo su elocuencia,

Catalina su carácter,

Carlos su paciencia,

Pablo su fortaleza

Agustín su comprensión de los tiempos,

Magdalena su esperanza,

y cuando no sepas a quien pedir, pídele a todos los santos del cielo y ellos vendrán en tu ayuda.

Y si estás vencido, con Cristo, desafía a la misma muerte.

Y cuando eso no baste y el cansancio te agobie levanta tus ojos y encontraras al Padre que espera tu regreso.

Él siempre estará, y en el más triste momento tendrás su mirada que es el anuncio de su abrazo, y el retorno al hogar con la misión cumplida.

Milita, cánsate, atrévete y a pesar de todos los pesares podrás decir un día en el ocaso de tu vida con el rostro cruzado por arrugas “no fue en vano” e irradiarás la más hermosa sonrisa de un anciano que no ha envejecido.

Tendrás entonces la eterna juventud de los herederos del Reino de Dios.

Por fin, militar la vida es conservar el sentido de las cosas y expandir el reino, de acuerdo al mandato dado.

Militar la vida es fundar la esperanza en el Señor que no defrauda y mantener la fe en medio de lo efímero con la absoluta convicción en la promesa.-

Pedro José Giunta7

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